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04/03/2022

La escalada del conflicto en Ucrania (3 de marzo de 2022)

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Colaboración  especial de Fernando Fuster van Bendegem *; Director de Seguridad Privada y Coronel del Ejército de Tierra (R)

“Somos testigos hoy, frente al poder de las armas nucleares, de una nueva y mortal dimensión del ancestral horror de la guerra. La humanidad ha conseguido, por primera vez, el poder para terminar con su historia.” Presidente Dwight D. Eisenhwer, 1956

"Los supervivientes envidiarán a los muertos” Premier Nikita S. Khruschev, 1962.

Transcurrida la primera semana desde la invasión del país, hoy, día D+8 del conflicto, ya se pueden aventurar las primeras conclusiones sobre el futuro de las operaciones militares, mientras se abren nuevas y peligrosas incógnitas respecto de hasta dónde puede llegar esta guerra.

¿Cómo van las operaciones militares?

Sobre el terreno, las operaciones militares no están alcanzando los resultados previstos por varias razones. La primera y principal es que el los ucranianos, con su presidente a la cabeza, han decidido defenderse a toda costa. Cuando se planea una operación militar se hacen una serie de presunciones, premisas necesarias para el diseño de la acción táctica. En este caso y vistos los antecedentes de la anexión de Crimea en 2014, es evidente que el Comandante de la operación asumió que la resistencia de los ucranianos iba a ser poca o ninguna. De ahí que se aventurara a plantear una acción ofensiva demasiado ambiciosa, y esta es la segunda razón. Con las fuerzas disponibles, una acción ofensiva que abarque la mitad del territorio de Ucrania, cuya extensión (603.548 km²) es algo mayor que la de España (505.990 km²), ha significado en la práctica una dispersión de esfuerzos, contraria al principio táctico que precisamente demanda lo contrario. La invasión se planeó con cuatro ejes de progresión que, a su vez, debían servir para cerrar la maniobra ofensiva y alcanzar varios objetivos estratégicos.

El primer eje de ataque fue desde el norte para llegar a la capital desde ambas orillas del Dnieper, lo que implicó dos esfuerzos de progresión. La finalidad era alcanzar lo antes posible la capital y tomarla para derrocar al gobierno, uno de los objetivos estratégicos establecidos por el presidente Putin. Si Kiev hubiese caído en las primeras horas o días la voluntad de resistencia de las fuerzas ucranianas, muy probablemente, se habría desmoronado. Pero no fue así. A día de hoy los combates se mantienen en los alrededores de la capital y se cree que el cerco a la misma no se habría aún completado, a pesar de que se han aumentado considerablemente las fuerzas que se han sumado a este esfuerzo, recibiendo también apoyo desde el eje de Járkov. Además, se ha encontrado una fuerte resistencia en la ciudad de Chernigov, camino de la capital, que ha dificultado la progresión sobre la orilla oriental del Dnieper.

El segundo eje es el noreste, diseñado en dos esfuerzos sobre Sumi y  Járkov, segunda ciudad del país. Desde este segundo eje podrían también apoyar las acciones del primero y el tercero en caso necesario. Sin embargo, sobre el terreno, ninguna de las dos ciudades mencionadas ha sido tomada todavía, siendo soslayada la primera, ante la resistencia ofrecida, y debiendo recurrir a un recrudecimiento de las acciones mediante intensos bombardeos de artillería y aviación en el caso de Járkov, sin que hasta el momento se hayan conseguido los resultados deseados, aunque se ha sabido que ya habrían alcanzado el centro de esta última ciudad.

El tercer eje sería el del este, cuya finalidad es la de recuperar el mayor espacio posible en los Oblast de Donetsk y Lugansk. De momento se ha ampliado ligeramente el frente inicial llevándose a cabo una operación para fijar a las unidades ucranianas, previamente en contacto, para posteriormente envolverlas con los esfuerzos del noreste o del sur, facilitando así la consolidación de los objetivos en todo el Donbás. Dado que la finalidad táctica perseguida es limitada, se podría decir que en este eje, de momento, se estarían logrando los objetivos previstos, habiéndose conectado con las fuerzas del eje sur y estando próximas las del eje noreste (ver mapa)

El cuarto eje de progresión es el del sur. Por el momento, este sería el que más éxitos está cosechando, pues ha conseguido progresar desde la península de Crimea hacia el noroeste, en dirección a Jerson –que se cree que podría haber sido ya conquistada–, con posibilidad de llegar hasta Odesa; y hacia el noreste, alcanzando Melitópol y Mariúpol –esta última sin llegar a ocuparla–, para impedir la salida al mar de Azov a los ucranianos y transformar así estas aguas en un mar ruso. Además desde este eje de avance se estaría en condiciones de alcanzar las ciudades de Zaporizhia y Dnipro, claves para el paso del Dnieper, llegado el caso, al ser zonas donde el río se estrecha. Seguramente el éxito de este eje se deba a que el mando ucraniano haya concentrado sus principales esfuerzos defensivos en la Capital y en el Donbás, donde existía una mayor probabilidad y vulnerabilidad ante una eventual invasión rusa.

Retomando el hilo del argumento inicial… La tercera razón que ha reducido el éxito de las operaciones militares ha sido la dificultad en sostener el esfuerzo logístico, lo que obligó al Comandante ruso a llevar a cabo una pausa operacional, entre el 27 de febrero y el 1 de marzo, para proporcionar el apoyo logístico necesario a sus unidades en suelo ucraniano y establecer nuevos centros de suministro en dicho territorio, al tiempo que evaluaba la posible reorientación del esfuerzo en las operaciones. Esta deficiencia en el sostenimiento de las operaciones, un clásico de las fuerzas rusas, me hizo recordar el lamentable incidente que estas fuerzas protagonizaron al posicionarse audazmente en el aeropuerto de Prístina (Capital de Kosovo) durante la operación de la OTAN en junio de 1999, y que acabó con la unidad rusa aislada en el aeropuerto y teniendo que ser apoyada logísticamente por las unidades de la OTAN. Claro que entonces se trataba de la Rusia del final de la era Yeltsin. Aunque la audacia operacional, sin prestar demasiada atención a las necesidades logísticas, sigue siendo una constante en las operaciones rusas.

Valery Gerasimov (Actual jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia, y el primer viceministro de Defensa)

La cuarta razón que está afectando al éxito en las operaciones es la presión internacional en sus tres vertientes: militar, diplomática y económica. El apoyo militar se está sustanciando mediante el envío de armamento por parte de los países europeos. Si bien es cierto que es difícil que estas ayudas cambien el curso de las operaciones, no es menos cierto que contribuyen a la resistencia por parte de los ucranianos y, por consiguiente, al alargamiento del conflicto, lo que en principio podría favorecer la posición de Kiev. En el ámbito diplomático la condena de la Asamblea General de la ONU, con un apoyo abrumador de 141 países (de los 193), frente a sólo 4 que votaron en contra (Bielorrusia, Corea del Norte, Eritrea y Siria), representa la constatación de que el mundo no ha entendido ni aceptado las razones del presidente Putin para la invasión. Se podría decir que la opinión pública mundial no ha visto el “casus belli” ni entiende que Rusia haya atacado a un país vecino como consecuencia, únicamente, de la percepción política de su presidente. Otros 35 países se abstuvieron, entre los que hay que citar a China e India como más significativos, en un claro intento por buscar una posición equidistante y práctica de cara al futuro. Esta resolución, que no es vinculante, representa una demostración palpable del aislamiento al que se puede ver sometida Rusia. En ese sentido, la vertiente económica de la presión, las sanciones, están resultando más eficaces de lo previsto, a pesar de que el Kremlin se hubiese preparado para ese escenario. El caso es que se está produciendo un efecto cascada, pues no sólo se están tomando medidas por parte de los gobiernos –por ejemplo cerrando sus espacios aéreos a Rusia–, sino que también las empresas privadas y los particulares, indignados ante los acontecimientos, se han sumado a la avalancha de sanciones, castigando directa e indirectamente tanto al gobierno ruso como a las propias empresas y a los ciudadanos del país, en un intento por aumentar la presión doméstica sobre las autoridades rusas. Presión que ya está surtiendo efecto y que Putin ha acusado en sus declaraciones del pasado día 27 de febrero, en las que incrementó el estado de alerta de sus fuerzas nucleares.

La velada amenaza nuclear de Putin

Sin duda el aspecto geopolítico más novedoso y peligroso en estos primeros días del conflicto han sido las declaraciones del presidente Putin al anunciar que “…ordeno al ministro de Defensa y al jefe del Estado Mayor poner a las fuerzas de disuasión del Ejército ruso en régimen especial de servicio”. En la práctica supondría colocar a las fuerzas nucleares en el segundo nivel más alto (el más alto en tiempos de paz) de los cuatro posibles. Es decir, supondría haber situado a dichas fuerzas a nivel “elevado” en lugar del que están normalmente: “constante”. Queda claro que la puesta en escena, televisando el momento de la orden a los dos jefes militares, y el lenguaje intencionadamente ambiguo empleado, hacen presumir que podría tratase de una amenaza velada. Es muy probable que la finalidad de estas palabras sea la de alertar a Occidente del riesgo de una escalada nuclear, mientras recuerda que podría hacerlo en caso necesario. También sería un elemento de presión sobre el gobierno ucraniano, con el que se han comenzado las negociaciones.

 

Sergey Shoigu (Ministro de Defensa Ruso)

 

Por su parte el Ministro de Defensa ruso, Sergey Shoigu, informó al día siguiente al presidente de que la Fuerza de Misiles Estratégicos, las Flotas del Norte y del Pacífico, y la Fuerza Aérea Estratégica habían comenzado sus misiones de combate de acuerdo a la orden del presidente del 27 de febrero. Entre tanto el Embajador ruso en la ONU ha recordado que las acciones de auto-defensa llevadas a cabo por Rusia van encaminadas a evitar que Ucrania vuelva a tener acceso a la capacidad nuclear, que una vez tuvo tras la desmembración de la URSS y a la que renunció poco después de su independencia, lo que empieza a sonar como excusa por si fuera necesario. Por su parte desde la OTAN, Washington y Londres se ha considerado que no es necesario cambiar el nivel de alerta de las fuerzas nucleares. Y en ese sentido se ha manifestado el Secretario de prensa de la Casa Blanca. En el caso de EEUU significaría mantenerlas en DEFCON 5, es decir el nivel más bajo de los cinco posibles para EEUU. Sin embargo añadió que no se deben subestimar las amenazas de Putin.

Como se puede ver en el gráfico, tanto EEUU como Rusia mantienen del orden de 1.600 cabezas nucleares en permanente estado de alerta, o lo que es lo mismo, pudiendo ser empleadas en un plazo de unos pocos minutos. Teóricamente, la propia doctrina nuclear rusa, aprobada por Putin en 2020, sólo contempla cuatro casos que justifiquen el empleo de estas armas: cuando sean lanzados misiles balísticos contra Rusia o territorio aliado, cuando el enemigo use armas nucleares, en caso de ataque a un asentamiento de armas nucleares rusas o en el supuesto de un ataque que amenace la existencia del estado ruso. Ninguna de estas circunstancias se da en este caso. Curiosamente Rusia acaba de firmar el pasado mes de enero, junto a los otros cuatro miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU), una declaración en la que afirman que una guerra nuclear no puede ser ganada y nunca debe ser luchada. Estas circunstancias objetivas se contraponen a un posible empleo de armas nucleares.

Sin embargo, pocos días después, el 2 de marzo, el Ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguei Lavrov, declaraba que el presidente norteamericano sabe que la única alternativa a las sanciones contra Rusia es una Tercera Guerra Mundial, añadiendo que "sería una guerra nuclear y devastadora".

A pesar de que la mayoría de los analistas consideran que se trata de un movimiento a la desesperada, producto del pobre resultado de las  operaciones militares y de la presión por las sanciones internacionales, estas declaraciones no deberían ser tomadas a la ligera.

¿Cuáles serían las opciones nucleares de Putin?

En mi opinión hay tres opciones en relación a la amenaza de uso de armamento nuclear: que se trate de retórica bélica, que se lance un ataque nuclear limitado –con una explosión de poca potencia– o que se desencadene un ataque masivo, conduciendo a la escalada nuclear que derivaría en un escenario de Destrucción Mutua Asegurada (MAD). Seguramente estamos ante la primera opción, mientras la tercera, el suicidio nuclear (MAD), resulta extraordinariamente improbable, incluso en el caso de un perfil psicológico como el de Vladimir Putin, como reconocía el premier Breznev en 1981: “cualquiera que inicie una guerra nuclear con la esperanza de ganarla está por lo tanto decidido a cometer un suicidio”. Sin embargo, la segunda opción, la de un ataque limitado, no debería descartarse por completo, dadas las garantías de seguridad que ofrece el actual equilibrio nuclear. Me explicaré.

 

Los estados del mundo pueden clasificarse, desde el punto de vista del armamento nuclear, en cuatro grupos, atendiendo al marco de referencia en vigor desde 1970, el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP). Los dos primeros grupos están formados por los estados firmantes del TNP y que, o bien son poseedores de armas nucleares,  o no poseen armamento nuclear, incluyendo en cada uno de los grupos a 5 (los miembros permanentes del CSNU) y 183 estados respectivamente. La tercera categoría la componen los no firmantes (o que se han retirado) del TNP y que disponen o se cree que disponen de armamento nuclear: Israel, Pakistán, India y Corea del Norte. Finalmente la última categoría es la de aquellos países no firmantes del TNP y que no posee armamento nuclear, lo que sería el caso exclusivo Sudán del Sur, seguramente por haber accedido recientemente a la independencia.

El TNP fue creado con la finalidad de contener la proliferación horizontal que de otro modo se habría producido irremediablemente, dado que el acceso a la tecnología y al material nuclear necesarios estaba ya a finales de los 60 al alcance de una veintena de países. EEUU fue el primer país en acceder al arma nuclear en 1945, la URSS en 1949, Reino Unido en 1952, Francia en 1960 y la República Popular China en 1964. En 1968, con la finalidad de impulsar la adhesión al TNP, los tres estados depositarios del tratado: EEUU, Reino Unido y la URSS, prometieron asistencia inmediata a cualquier estado no poseedor firmante del TNP que fuese “víctima de un acto, u objeto de amenaza de agresión en la cual se usaran armas nucleares” (Resolución del CSNU núm. 255, 1968). Esto se conoce como garantía nuclear, que a su vez desde entonces se ha ido depurando y ampliando distinguiéndose en la actualidad entre garantías positivas y negativas, recogidas actualmente en la Resolución del CSNU núm. 984 de 1995.

¿Qué implica esta garantía nuclear en la práctica para los estados no poseedores de armas nucleares? La Resolución 984 debería ser la garantía de que los cinco miembros permanentes del CSNU poseedores de armas nucleares no las usan contra los estados no poseedores, al haberse comprometido formalmente a ello (garantía negativa). Sin embargo quedarían fuera de esta garantía los estados nucleares no firmantes del TNP. El texto señala que en caso de uso de armas nucleares contra no poseedores, los demás estados poseedores deberían actuar inmediatamente en su apoyo (garantía positiva), de acuerdo con los principios de la Carta de las NNUU. Además se reconoce el derecho individual o colectivo a la autodefensa en caso de agresión. Traducido a un lenguaje más entendible. Si un estado nuclear ataca a otro no nuclear podrían darse dos supuestos: que fuese miembro de una organización, como la OTAN, o que no lo fuese. En el primer caso y centrándonos en la OTAN –en aplicación del Artº5– los estados poseedores de la Alianza podrían responder a la agresión usando su armamento nuclear al amparo del principio de legítima defensa. En el segundo caso estaríamos ante lo que recoge la Resolución 984 y lo que pudiera acordar el CSNU. La pregunta que cabe formularse es: ¿algún estado poseedor respondería al ataque recibido por un aliado o un tercer estado en caso de ataque nuclear? Antes de responder conviene recordar que ese contraataque podría llevar a una escalada con el agresor y, en consecuencia, a la Destrucción Mutua Asegurada. Los más críticos con el tratado ponen en duda la eficacia real de las garantías de seguridad ofrecidas. Finalmente hay que añadir que cuando Ucrania renunció a su capacidad nuclear, en 1994,  firmaron el Memorándum de Budapest, que ofrecía similares garantías de seguridad por parte de Rusia (irónicamente), Estados Unidos y el Reino Unido, añadiéndose Francia posteriormente.

Conclusión

Las operaciones no están saliendo como Moscú planeaba, lo que no implica que con mayor esfuerzo bélico y a medio plazo acaben doblegando a las fuerzas armadas y a las milicias ucranianas, aunque a un coste mucho mayor del que inicialmente presuponían. El planteamiento de la defensa en las ciudades por medio de fuerzas regulares y guerrilla urbana puede causar un elevado número de bajas entre las fuerzas rusas, aunque también a las ucranianas. El ritmo con el que las fuerzas rusas vayan doblegando la resistencia en las ciudades, si consiguen mantenerlas, dará la medida de la duración de la guerra, salvo que el desgaste acusado lleve a ucranianos y rusos a un acuerdo que, hoy por hoy, parece difícil de alcanzar. En ese sentido un conflicto largo con un número elevado de bajas, junto con la presión y la ayuda internacional a lo largo del tiempo, pueden reducir las expectativas de victoria del presidente ruso, que empieza a ver que su sueño de una Rusia próspera y fuerte se va debilitando por momentos,  mientras recibe la presión de los oligarcas y de su propio pueblo que no está dispuesto a un sacrificio que empiezan a percibir como injustificado. En cualquier caso, el escenario de gobernabilidad postconflicto, si se produjera un cambio de gobierno en Ucrania, podría transformar su victoria militar en una paz envenenada. Seguramente Putin haya previsto esta eventualidad y por ello pretende tomar completamente la mitad este del país y cerrar toda salida al mar, dejando así al resto de Ucrania en una situación de miseria y con poca capacidad de recuperación económica, lo que les abocaría irremediablemente a aceptar sus condiciones.

Vladimir Putin es un dirigente difícil de interpretar, pero que ha demostrado que en su recurso a la fuerza siempre tiende a doblar la apuesta esperando que el contrario acabe por doblegarse. La pregunta que habría que hacerse ahora es qué sucederá si el nivel de frustración que deba gestionar le lleva a considerar como única vía de escape un ataque nuclear, presumiendo que Ucrania, al no formar parte de ninguna alianza defensiva, su acto quedará sin contragolpe nuclear y, por tanto, sin escalada que lleve a la MAD, asumiendo que lo único a lo que se expone es a más sanciones desde el CSNU cuyas resoluciones, por cierto, podría vetar al ser miembro permanente. Confiemos en que el presidente Putin, o sus generales, recuerden que en un conflicto nuclear no hay vencedores, sino tan solo vencidos, siendo precisamente el objetivo a lograr el que este conflicto nuclear nunca llegue a desencadenarse.

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* Fernando Fuster van Bendegem.Ha desempeñado responsabilidades de mando y dirección desde el empleo de Teniente (1986) hasta el de Coronel, de 2013 y hasta julio de 2020, incluyendo la jefatura del Grupo de Artillería Antiaérea de Misiles Hawk-Patriot I/74 y del Regimiento de Artillería Antiaérea nº 72. Diplomado de Estado Mayor, ha dedicado buena parte de su vida profesional a puestos de planeamiento, estudio, análisis y asesoramiento, destacando el de Consejero Técnico en el Gabinete del Jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD) y el de Jefe del Área de Análisis Geopolítico en la Secretaría General de Política de Defensa (SEGENPOL). A nivel internacional, ha representado a España en reuniones, cursos y destinos internacionales (Misiles Hawk e  Inteligencia Estratégica en EE.UU., EUROFOR en Italia), participando también en misiones de mantenimiento de la paz –Bosnia, Kosovo y Afganistán– y realizando funciones de diplomacia de defensa desde nuestras embajadas en El Cairo y Ammán, como Agregado de Defensa. En la actualidad está en la situación de Reserva y dedicado al ámbito de la seguridad privada, en calidad de Director, así como al análisis geopolítico, en especial el relacionado con los conflictos.

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